A golpe de blues

Después de dormir un par de horas para recuperarme físicamente, me levanto con un recopilatorio de Joe Bonamassa a gran volumen. Mi cabeza comienza a dar vueltas con ella subida en la cama, mirándome con ojitos lascivos, saltando y contoneando su delgado cuerpo blanquecino. «Esta música también es perfecta para quitarte la ropa lentamente», le digo mientras me toco las pelotas. ¡Joder! cómo añoro el sonido de la aguja rasgando el disco de vinilo para estos casos. El sonido es mucho más erótico.

Si no te desnudas al son de los riffs de esta guitarra, subiré yo mismo y te arrancaré la ropa a mordiscos. Hoy me siento como Mickey Rourke en 9 semanas y media, ese canalla atractivo cargado de la suficiente tensión sexual como para irritarte la raja con sólo mirarte.

Venga, nena. Tengo lo huevos hinchados de tanto calor, no juegues conmigo. Hoy podré sacarte los gemidos más salvajes, golpear el cabecero hasta que se agrieten las paredes, nada de caricias ni palabras bonitas al oído, sexo sucio de ese que a ti también te gusta y que sólo reclamas cuando llegamos a casa pasada la medianoche con un par de copas de más. Vamos, ponte a cuatro patas de una vez, déjame disfrutar de tu culo mientras te tocas y gimes de placer.

Nadie puede hablar de las 7 maravillas del mundo si no ha probado antes una mujer como tú…

¡Mierda! Las 6:20 de la mañana. Otro puto sueño que me deja empalmado y sin fuerzas para soltar todo el esperma que llevo dentro.

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